El post-apocalipsis es mi hábitat
- Inhar Bikandi
- 9 may 2020
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 25 jul 2021

Os voy a confesar una historia personal; Siempre he sido de quedarme encerrado en un cuarto de la casa, buscando la soledad porque en ella encuentro la calma. Desde niño he sido creativo con mi imaginación, dibujaba laberintos inmensos ocupando cada recuadro de una hoja de cuaderno, dibujaba personajes de batalla como guerreros y monstruos malignos, e incluso mapamundis para luchar como en juegos de rol. Una anécdota que podría destacar que resaltaría un dato revelador que me describe, sería cuando jugaba con figuritas de plástico que representaban a indios y vaqueros, donde yo planteaba la partida desde un punto muy peculiar, y es que colocaba a todas las figuras tumbadas boca abajo sobre la mesa. El juego partía desde el momento que estaban todos moribundos, pero sin un ápice de agresividad por el agotamiento y algún superviviente pidiendo auxilio. De mi necesidad de soñar, creaba con mi imaginación el post-apocalipsis, la calma tras la tormenta. Estos días hemos podido apreciar la tranquilidad en las calles, la naturaleza embellecer, la fauna y la flora acercarse a un palmo de nuestras casas. La pena es que sea tan sólo un espejismo, porque más pronto de lo que desearía acabará esto, y volveremos a la normalidad. Una normalidad donde todo el mundo saca ruido, el tráfico contamina, es común emborracharse, el jolgorio, la gula, los abusos de todo tipo de toxinas que ingerimos… Y al fin y al cabo, llamamos normalidad al esperpento, a la tormenta, a la destrucción, al apocalipsis.
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