EL CEREBRO HUMANO ES AMBICIOSO
- Inhar Bikandi
- 14 mar 2022
- 2 Min. de lectura
El cerebro humano es ambicioso, por eso no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Cuando alguien es modesto con otra persona, se comporta educadamente, generoso y cariñoso o dulce al hablar para comunicarle su admiración, e incluso siendo directo con las palabras al mostrar su aprecio, su respeto hacia las decisiones de ella, su conformidad a los posibles rechazos que pueda recibir por parte de ella, y si reprime sus intenciones amorosas priorizando la iniciativa a ella, por miedo al rechazo... Si ella algo percibe de todo ello, la mente de la persona receptora, va a perder el interés en el sujeto que así se ofrece, precisamente porque su subconsciente creerá tener asegurado al sujeto. Porque la mente ambiciosa siempre irá a por más, perdiendo el interés de los propósitos fáciles, o de lo que ya posee desde un tiempo prolongado. Mentes ambiciosas, desean o envidian lo que les falta y desprecian o no aprecian lo que ya tienen. La mayoría de veces, cuando desean algo que no tienen, la idea de desearlo suele descender de verlo en otro lado, mirando al exterior y comparando con lo que ven en su interior. Lo cuál suele engañar a quien lo compare, porque el planteamiento en sí es trampa, ya que dejamos de valorar lo que tenemos y valoramos los puntos fuertes de los demás, además de que no se puede esperar tenerlo todo igual cuando ningún individuo es idéntico al otro. También existe otro dicho relacionado con esto último. "Culo veo, culo quiero".
Si la seguridad de tener bajo dominio al sujeto que sigue ofreciéndose se prolonga, la mente de la receptora puede llegar a incluso repudiar al amable sujeto. En la historia, al ser humano el haber sido ambicioso le ha podido valer para aspirar a más y progresar en ciertos aspectos de la vida. Pero no deja de ser una forma de apostar poniéndolo todo en juego y arriesgarse a perderlo todo. Esa ambición que porta por descendencia el cerebro humano en su instinto, puede encaminarnos a tomar decisiones menos acertadas. Como por ejemplo, preferir a quien no nos quiere, antes que a quienes sí nos quieren de verdad.
Las decisiones estúpidas hacen verse estúpidas a las personas, independientemente de su capacidad. No es más inteligente quien más capacidad tiene, sino quien mejor provecho saca a su capacidad. Por ende, estúpido le hace al ser humano su mente ambiciosa.
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